Las vueltas de la vida

Hace unos días la mejor amiga de mi güera nos llamó para decirnos que se iba a ir unos días de vacaciones y que si podíamos cuidar a su perro. Le dijimos que si, claro, ¿cómo podría ser de otra manera?

Lo que nos cayó encima fue un terremoto llamado Txus. Más de treinta kilos de energía en forma de perro joven (menos de dos años) que nos trajo de cabeza el primer día y que poco a poco se fue haciendo a los hábitos de la casa y del resto de la manada.

En cuanto conoció a Toba tuvo algo así como un ataque de amor a primera vista y decidió no separarse de ella ni a sol ni a sombra... Al final la pobre ya se escondía, supongo que nunca le había tocado tener un admirador tan empalagoso.



Ayer se fue nuestro visitante cuatropatas y en agradecimiento por haberlo albergado nuestra amiga nos trajo unos regalitos. Cariñitos, decimos en México. El mío me encantó. Mi pensamiento mágico me hizo sentir que era algo así como un guiño de mi madre. Resulta que ella tenía un bolso de fiesta que me gustaba mucho y que al paso del tiempo me apropié. Cuando vine a vivir acá lo doné porque no podía cargar con todo lo que me gustaba y tuve que tomar muchas decisiones, a pesar de que ese bolso no era grande ni pesaba demasiado decidí dejarlo en beneficio de otras cosas que consideré más necesarias.

Al tiempo me arrepentí no porque fuera muy espcial desde el punto de vista material pero si sentimental... pero ya no había vuelta atrás, tampoco iba a ir a quitárselo a alguien sin contar con que en la confusión del traslado no sé ni dónde quedó.

Resulta que el bolso ha vuelto a mis manos... porque el "cariñito" que me trajo nuestra amiga es justamente el mismo bolso. Color, tamaño... pequeña variación en el diseño pero por lo demás, igual. Habiendo tanta variedad de bolsos en el mercado y habiendo pasado tantos años desde que se adquirió el original, no quiero ser racional y prefiero pensar que fue lo que dije antes... un guiño travieso de mi madre...