agosto 11, 2009
Una mujer de antes
Andrea nació a finales del siglo XIX en un pueblo del estado de Nuevo León, México. Su padre (papá Alfredo le llamaban), había tenido algunos recursos económicos. No fue rico pero digamos que la familia no se moría de hambre. Ella y su hermana tuvieron una niñez feliz. Papá Alfredo les decía que con el dinero que tenía las iba a mandar a Monterrey para que estudiaran para maestras y que se pudieran ganar la vida. Luego todo cambió. Papá Alfredo enfermó. Mamá Aurelita, su mujer, tuvo que gastarse el poco dinero que tenían ahorrado en tratar de salvarlo, cosa que no consiguió. Las tres mujeres se quedaron solas y ahora si, en la pobreza. La ilusión de Andrea por estudiar para maestra no pudo ser pero ella era una superviviente. Como pudieron salieron adelante. Cuentan que hacían cigarritos con hojas de maíz para vender, cosían, lavaban ajeno, cocinaban, hacían todo lo que podían. Andando el tiempo Andrea se casó con un hombre mucho mayor que ella, mayor incluso que mamá Aurelita. Él era viudo y según dicen era noble y bueno como el pan. Andrea tenía mucho carácter y como sabía lo que era pasar necesidad estiraba al máximo el dinero que él traía a casa después de hacer los trabajos que le salían. Cuando no salía ninguno, se iba de casa en casa con su violín tocando música y sobrevivían con las monedas que le daba la gente del pueblo. Tuvieron siete hijos, dos murieron siendo muy pequeñitos. Andrea se encargó de meterles en la cabeza a los cinco que sobrevivieron que tenían que estudiar y trabajar. Principalmente a las mujeres. Ella hizo todo lo posible y parte de lo imposible para que sus hijas fueran a Monterrey a estudiar. Apenas terminaban la primaria, que era todo lo que había en el pueblo, las mandaba a Monterrey a estudiar la secundaria y de allí a la Normal para que fueran maestras. También las impulsó a estudiar corte y confección y a administrar el hogar de una manera que ya la quisiera cualquier responsable de economía de cualquier país. Sus argumentos eran simples pero sabios: "Tú tienes que trabajar, el trabajo de la casa es muy ingrato, no se ve y encima no te llega allí ni un centavo. Te podrás casar pero nunca sabes si tu marido te va a mantener o si se va a quedar contigo. Es más, puede salirte bueno y morirse y luego ¿tú que vas a hacer?. Por eso tienes que trabajar."
A lo largo de su vida leyó sin descanso. Consiguió ser más culta que si hubiera estudiado. No conforme con eso, se convirtió en lo que hoy se llama agente de cambio social en su pueblo. Alfabetizaba adultos, hacía círculos de lectura con sus vecinos, les prestaba libros y luego los comentaba con ellos. Ayudaba al bien morir, si se enteraba de que alguien del pueblo estaba agonizando iba al lado de su cama y le hablaba hasta que moría, luego ayudaba a amortajarlo. Hacía sus propias campañas de vacunación para que los niños no se contagiaran de viruela. Andrea murió hace muchos años, cuando yo era una niña. Me hubiera gustado mucho conocerla, tengo pocos recuerdos de ella, pero mi madre se encargó de que su vida estuviera presente en la mía hasta el día de hoy y más.
Nota: no dispongo aquí de una foto de Andrea pero creo que Remedios Varo le va muy bien.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Me da la impresión de que en sudamérica y centroamérica las mujeres de esa época y las hijas de estas mujeres han sido en general menos conformistas que aquí, y que han tenido muy en cuenta la enseñanza que tenían que recibir sus propias hijas.
ResponderEliminarLa chica que viene a trabajar a casa me cuenta de su madre en Bolivia, separada (de marido que bebía demasiado y la maltrataba a ella y a sus hijas), con cinco o seis hijos e hijas, una de ellas madre soltera. Se las arregló después de separarse y sin recibir un céntimo del marido, para seguir adelante. A la que es madre soltera la obliga a estudiar mientras le mantiene a su niña. Son un montón de mujeres en casa y todas aprendiendo de ella y admirándola como mujer con coraje.
¡me ha encantado esta historia de personajes admirables! mi padre siempre anda presumiendo de que su abuelo salvó a una familia de morir ahogada y que por eso la reina isabel le mandó una carta de agradecimiento. A mi me parece que lo difícil y lo heroico es ser como andrea: el coraje, el animo y la disciplina de tooooda una vida. (suena como tu abuela??)
ResponderEliminarCandela: tu comentario me llama mucho la atención, desde luego que la historia de mi abuela me parece admirable y por eso la difundo, pero en mi país conocí muchas historias de mujeres fuertes que salían adelante cn sus hijos sin ayuda de nadie, más que de otras mujeres. En México la mayoría de las familias son matriarcados. En mi fantasía creí que sería similar en todos los sitios.
ResponderEliminarFarala: Coincido contigo, lo duro es ser fuerte durante toda la vida y si, es la historia (breve) de mi abuela, la madre de mi madre :)
Bonita historia.. aquí en Canarias existe un claro matriarcado que se ve en quien organiza y gestiona la casa aunque políticamente y en asuntos de gobierno exterior tenga menos poder. Mi madre siempre sintió una terrible pena de no haber podido estudiar por ser tan pobre y no haber escuela en su pueblo... por eso quizás inculcó a sus hijos la importancia de hacerlo.
ResponderEliminarQué historia tan conmovedora, la de tu abuela.
ResponderEliminarYa sé que no tiene nada que ver, pero según iba leyendo se me venían a la cabeza imágenes de "Como agua para chocolate".
Ico: Hablo sólo por sensaciones, porque no conozco Canarias, pero tengo la fantasía de que Canarias se parece más a mi Hispanoamérica que a la Península, culturalmente hablando. Supongo que con el tiempo tendré más elementos para evaluar esta percepción.
ResponderEliminarMármara: Si tiene que ver, idependientemente del valor literario que tenga la novela que mencionas, desde mi punto de vista hace un retrato magnífico del carácter de muchas mujeres mexicanas. Esto se presta a muchos comentarios que seguramente saldrán en algun post más adelante.