abril 15, 2009
Mi vida en una maleta
Cuando era niña me gustaba jugar a que me iba de vacaciones. En un pequeño maletín que mi hermana usaba para llevar sus cosas a su clase de natación ponía algunas prendas de ropa y las cosas que según yo serían necesarias para irme a otra parte a pasar unos días. Tiempo después, en la adolescencia, hacía otro ejercicio. Pensaba algo así como: si hubiera un incendio en casa, ¿qué objetos me gustaría salvar? A fuerza de ir imaginando el cuadro, la lista se reducía cada vez más. Al final terminaba pensando que en primer término sacaría a mi madre de la casa, luego abriría la puerta para que mis animales pudieran salir y si había tiempo y oportunidad sacaría mis fotografías, mis documentos de identidad y alguna joya de valor sentimental. Es raro ver al paso del tiempo que esos juegos infantiles y ejercicios de imaginación han funcionado para mi como preparación para lo que me ha tocado vivir. Hace ya dos años que estoy viviendo en España y la verdad es que llegué aquí con mi vida en una maleta.Para venir hice el doloroso pero necesario ejercicio de vaciar mi casa física y simbólicamente. Comencé por los libros. Tenía realmente muchos. Mi familia siempre fue lectora y acumulativa y mi casa en Monterrey había sido la casa familiar así que en ella estaban los libros de todos, de mis padres, mis hermanos y míos. La verdad es que los míos eran la menor parte porque hace años me propuse ir ligera por la vida y doné la mayor parte de mi biblioteca personal.La primera decisión que tuve que tomar fue si disponer de esos volúmenes yo sola o tomar opinión a mis hermanos. Después de meditarlo comprendí que si ellos los habían dejado allí sin buscarlos en tantos años era porque no los apreciarían tanto como para recuperarlos así que... Comencé haciendo un inventario de todos los libros. No terminé. Era doloroso y agotador. Al final los metí todos en cajas (más de veinte), llamé a la Biblioteca Central del Estado de Nuevo León y les dije que los quería donar y que eran de todo tipo y de todos los tiempos. Me dijeron que ellos se encargarían de clasificarlos y darles el destino más apropiado.Seguí luego con la ropa. Había mucha de mi madre que murió en el 2005, había de mi hermana, mía de cuando era niña... La clasifiqué y me fui a donarla a una organización que apoya a los adultos mayores en situación de abandono. No sé cuántas bolsas de ropa fueron pero si puedo decir que hice cinco viajes con mi coche lleno a tope. Seguí con el menaje de casa. Cobijas, sábanas, vajillas, etc. Eso lo llevé a un asilo de ancianos que también atiende a personas en condiciones precarias.Lo muebles... gran dolor. Cuánta carga sentimental tenía yo depositada en esos muebles, es increíble. Esos (casi todos) los doné a una organización que me dijo que todo les servía y que se dedica a apoyar a personas con adicciones.Mi ordenador se lo quedó un amigo mío, las joyas de mi madre se las di a mi hermana excepto tres anillos y una pulsera que yo sé que mamá hubiera querido que conservara yo y mi casa se la alquilé a una amiga que en ese momento estaba en proceso de divorciarse y necesitaba un lugar a donde ir con todo y sus animales. Se la alquilé por un precio simbólico a cambio de que se hiciera cargo de cuidar a mis gatas y perros que no podía yo traer conmigo.Al final, el último día que estuve en Monterrey, me vi con todas mis pertenencias en algunas cajas, una maleta y varios lápices de memoria portátiles en los que cargué todas mis fotografías, alguna música y los documentos de mi ordenador.Fue como hacer un testamento, ejecutarlo y partir. Con la gran diferencia de que sigo viva.Metí lo indispensable (música, mi diario, esas joyitas de mi mamá, dos pares de zapatos, dos pantalones y algunas camisetas y ropa interior) en una maleta y el resto de mis cosas las dejé en un armario de mi casa en donde no le estorbaran a la nueva habitante. Cargué con una de mis perras, la más jovencita y tomé un avión que me trajo a España. Al final me sirvió el ejercicio ese de discernir lo que era importante para mi de lo que no.¿Fue muy duro? Pues si, pero no me arrepiento, era el precio que tenía que pagar para conseguir lo que quería.¿Lo volvería a hacer? Espero que la vida no me ponga de nuevo en esa situación, no me gustaría saber si puedo ser capaz de hacerlo de nuevo.Antes de darme cuenta, han pasado dos años. Como diría García Márquez, el tiempo cada vez viene de menor calidad y pasa más de prisa.
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qué bonito el relato y qué difícil lo que has hecho, me quedo pensando qué haría yo si me pasara lo que a ti. Espero que tu vida en España sea tan rica como para hacer que haya merecido la pena tanto sacrificio.
ResponderEliminarEsto si que es un "proceso de duelo" en toda regla... gracias por tu visita a mi blog y vuelve siempre que quieras. Ahhh y gracias por explicar de una manera tan sabia la expresion "no somos monedita de oro".
ResponderEliminarUn abrazo salino desde mi isla
Hola Marcela
ResponderEliminargracias por venir. La verdad es que mi vida en España es muy rica, si. No me arrepiento en lo más mínimo del cambio que hice, fue para mejorar.
Mi vida en México era muy buena. No vine aquí para mejorar económicamente ni para tener un trabajo, eso ya lo tenía allá.
Pero si vine para estar con mi amor y por eso ha valido la pena :)
Vuelve cuando quieras, serás bienvenida.
Hola Lena
ResponderEliminarla verdad es que creo que la vida está llena de duelos de diferentes tamaños y saber vivirlos sin evadirlos es duro, pero para mi vale la pena
Bienvenida y vuelve cuando quieras
Me ha encantado tu relato, conocer parte de tu historia... gracias por compartirla... es un regalo...
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Glora, bienvenida. Vuelve siempre que quieras :)
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